
La única emergencia que no se declara en nuestro país es la institucional. Quizás porque al contenerlas a todas las demás y agravarlas, se invisibiliza.
En un escenario permanente, pendular, gobierno y oposición se arrojan a la cara desafíos incumplibles como el juicio político frente al mayor juicio de corrupción en trámite al que la sensatez y el derecho llaman a respetar hasta sus tramos finales.
El pueblo argentino, acuciado por necesidades urgentes, reclama un acuerdo superador que lleve tranquilidad, trabajo y paz social frente a los amagues disruptivos de un sistema que revela una enfermedad casi incurable: la debilidad institucional.
Nuestra ciudad vive la zozobra que vive el país. Los matices locales muestran una administración superficial y ajena a esos sufrimientos.
Está más preocupada por el escenario que por el contenido de la obra.
La responsabilidad política demanda simplemente hacer lo que se debe: imperativo que no todos, parece, están en condiciones de cumplir.
Integración Ciudadana